Parece que el país está resignado. No es posible divisar un mecanismo de resolución democrático del serio conflicto institucional que atraviesa Venezuela. En consecuencia, muchos centran las miradas en el tema económico, en donde si bien el paciente está en terapia intensiva, no ha dejado aún de respirar.
El pronóstico es terrible. Y a lo que juega el gobierno de Nicolás Maduro es sencillamente a buscar mecanismos que permitan al enfermo respirar un poco más. Para ello, aparentemente el gobierno ha requerido la ayuda de China, solicitando 2 años de gracia sobre el pago de ciertos préstamos que se han obtenido desde la nación asiática.
La estrategia es simple: Venezuela suspendería el envío de petróleo a China y vendería el crudo en el mercado internacional. Esto permitiría que la economía venezolana reciba más dinero al exportar petróleo y un número importante de barriles no se destinen simplemente al pago de la deuda pendiente con China. Este modus operandi sería distinto al que ya se empleó en noviembre de 2014, en donde se realizó una modificación de los acuerdos para eliminar la obligación de Venezuela de enviar 330.000 barriles diarios. En esa oportunidad, se establecía una nueva obligación de enviar a China solamente los barriles necesarios para pagar el monto debido de la deuda. Bajo el esquema original, Venezuela enviaba más barriles de los que debía y posteriormente China pagaba el exceso de barriles enviados.
Aunque existen reportes de que el gobierno chino está reticente a aceptar la propuesta planteada, lo cierto es que China se encuentra sobre-expuesta financieramente en Venezuela y no sería absurdo pensar que finalmente (con este u otro gobierno) aceptará. Al final del día, China tiene interés en que la economía venezolana comience a recuperarse, porque de lo contrario se minimizan sus posibilidades de: (i) recibir pagos por los préstamos, (ii) recibir petróleo venezolano y (iii) que exista un mercado más capaz de recibir sus exportaciones.
Prueba de esto es que sólo en 2015 — año en el cual ya era evidente el estado catastrófico de la economía venezolana — el Banco de Desarrollo de China le prestó al Estado venezolano aproximadamente $10.000 millones, lo que significa que desde noviembre 2007, China ha facilitado financiamiento a nuestro país por el orden de los $65.000 millones.
¿Seguirá entonces China financiando a Venezuela? Muy probablemente. Ello no quiere decir que la cesación de pagos venezolana no sea una posibilidad. Después de todo, a pesar de que el Banco de Desarrollo de China abrió una oficina en Caracas en julio de 2014, el gobierno de Nicolás Maduro continúa sin tomar una sola medida sensata para tratar de enderezar la economía. No en vano, a finales de 2015, la Academia de Ciencias Sociales de China catalogó a Venezuela como el destino más riesgoso para invertir entre 36 economías analizadas.
Independientemente de quiénes conformen el gobierno en lo que queda del año 2016, lo cierto es que Venezuela debe aprovechar la buena disposición de China para otorgar financiamiento a los países latinoamericanos. De hecho, en momentos en que ya es obvio que nuestro país requerirá financiamiento externo para salir de la crisis económica que atraviesa, es fundamental tener en cuenta que para Venezuela es más económico endeudarse con China que hacer una emisión de deuda soberana, ya que nuestro riesgo país genera unas tasas a pagar sumamente altas.
Bien sea negociando años de gracia antes de resumir el pago de la cuantiosa deuda o re-negociando en mayor profundidad los términos de los acuerdos ya existentes — como incluso anunció Macri que haría — lo cierto es que hay que aprovechar el bolsillo chino para tratar de empezar a recuperar la economía venezolana.
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